La calidad del aire interior se ha consolidado como un requisito esencial en los edificios, con impacto directo en la salud, el confort y el rendimiento de las personas, tal y como lo subraya ASHRAE. En coherencia con esta visión, la certificación WELL; referencia mundial en este ámbito; exige recalibrar o sustituir los sensores de calidad del aire cada tres años para mantener la validez del sello. Una condición imprescindible para disponer de datos fiables que, sin embargo, a menudo se convierte en un reto operativo para los equipos de sostenibilidad, los promotores y el conjunto de profesionales implicados en proyectos WELL.