¿Qué es un deshumidificador? ¿Necesito uno en mi casa?
Un deshumidificador es un aparato eléctrico que aspira el aire del espacio en el que se encuentre, lo filtra y extrae la humedad que contiene. Es un equipo inmediato, sencillo y eficaz, cuyo objetivo es directamente la eliminación de la humedad en la estancia.
La humedad relativa aconsejable para el confort interior está entre el 45% y el 55%. Superados estos porcentajes, se pone en riesgo la salud de las personas y el buen estado de muebles, electrodomésticos y paredes. En la tarea de controlar estos valores estos aparatos resultan muy útiles. Pero, ¿cómo puedo saber si necesito un humidificador en mi vivienda? ¿Qué señales me lo indican? Respondemos a estas cuestiones a continuación.




La humedad es vapor de agua presente en el aire y, por tanto, en nuestra casa. La acumulación de este vapor de agua puede llegar a crear humedades con consecuencias estéticas, pero también a nivel de salubridad y de calidad de materiales.
Definido de una manera sencilla, un puente térmico es una fuga de calor. Un “defecto técnico” en la envolvente térmica del edificio a través del cual se producen pérdidas o ganancias de calor que implican logicamente un derroche de la energía consumida para calentar o enfriar lo espacios interiores.
La contaminación acústica es un problema de salud pública. Según las cifras publicadas en 2020 por la
Conocemos la humedad como la cantidad de agua o vapor de agua que está presente en la superficie o el interior de las edificaciones. Suele manifestarse en forma de manchas en el techo y en las paredes, y es sin duda uno de los peores enemigos del hogar. Provoca grietas y manchas desagradables y afecta a la pintura y al yeso. Además, la presencia de humedad en el ambiente puede provocar problemas de salud a las personas, de ahí la importancia de invertir en una buena impermeabilización y
Cerca del 11% de los hogares españoles sufren pobreza energética, un 3,3% más que en 2019 (7,6%). De ellos, el 16,8% padece lo que se denomina pobreza energética desproporcionada –su participación del gasto energético de los ingresos es más del doble de la media nacional–. Mientras, la pobreza energética escondida se reduce ligeramente y se sitúa en 10,3% de los hogares (en 2019 el dato fue de 10,6%).